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Bicentenario de los Sitios: Resistencia de la ciudad

Bicentenario de los Sitios: Resistencia de la ciudad

Los franceses habían rebasado las defensas de Zaragoza por varios frentes; sin embargo la ciudad estaba lejos de ser conquistada: cada calle suponía un nuevo frente de batalla, cada casa una nueva muralla, cada zaragozano un enemigo implacable.

 

Se luchaba en las calles, en las iglesias, en las casas, y dentro de éstas, habitación por habitación. Los zapadores franceses utilizaron el sistema de minas, propio del asalto a murallas, en el interior de la ciudad: se excavaba un túnel debajo de la vivienda que se quería tomar y junto a los cimientos se colocaba una carga explosiva (“hornillo”) que se hacía estallar, derrumbando el edificio y sepultando en él a los defensores que hubiera.

 

Los cuatro jinetes del Apocalipsis competían por  hacer de la ciudad un infierno: La Guerra, arrasándolo todo; La Peste, en este caso el tifus, que se extendía rápido e inclemente llegando a causar unas 500 muertes diarias;  el Hambre apareció pronto, ya que además del rápido consumo de las reservas debido al importante número de defensores, muchos alimentos se perdieron durante los bombardeos; la Muerte campaba por doquier, ya que los vivos no disponían de fuerzas ni tiempo para enterrar a los muertos, que se encontraban diseminados por las calles, iglesias y ruinas.

 

Pese a todo, Zaragoza resistía.

 

 

Rafael

 

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